08 enero 2014

'Inside Llewyn Davis'; fare thee well, poor boy

“Si no es nuevo y nunca envejece, es una canción folk”.
Llewyn Davis.

La oscuridad da paso a un micrófono en mitad de un local de mala muerte. No aparece nada más en la pantalla, sólo las caras de los parroquianos que miran a la cámara (y al espectador) esperando que la voz rasgada de Llewyn Davis rompa el silencio. Empiezan a sonar unas cuerdas y durante tres minutos no se oye nada más que la voz de Oscar Isaac y el punteo de la guitarra que lo acompaña. El inicio musical, con una canción íntegra, advierte de la importancia que va a cobrar la música en el resto de la película, en la que este Hang me, oh, hang me interpretado por Davis resonará en varias ocasiones.


En Inside Llewyn Davis los hermanos Coen se reúnen con los perdedores, a los que da voz y vida un irreconocible Oscar Isaac que parece destinado a interpretar este papel. El folk vertebra la película y cobra una importancia especial como elemento narrativo. Durante todo el film vemos las idas y venidas de Llewyn Davis, un cantante que, tras el suicidio de su compañero musical, decide labrarse un futuro musical en solitario en el invierno más frío de su vida.

Davis divide sus preocupaciones diarias en dos: encontrar una cama en la que dormir cuando llegue la noche y conseguir tocar en algún local para ganar algo de dinero. Por si fuera poco, a las desdichas de este loser se une el embarazo de Jane, la mujer de Jim, uno de sus amigos, con la que él mismo ha estado acostándose.

El guion de los cineastas es, como de costumbre, una obra de gran calado estudiada hasta los pormenores. La combinación de la dirección y el guion consiguen hacer sentir el frío de Nueva York, tanto en el exterior como en el interior del personaje, regalando algunas imágenes de gran valor poético. Igualmente destacable es la atmósfera creada en torno a los pubs en los que se ven las actuaciones: humo, alcohol, borrachos y el golpe de la vida esperando siempre tras la puerta trasera. Los hermanos Coen son expertos en transportar sensaciones a través de la pantalla; ya lo hicieron en Fargo, por ejemplo, en la que también se palpaba el frío de Minnesota. Mucho tiene que ver en este aspecto la fotografía, en la que esta vez Bruno Delbonnel le toma el testigo a Roger Deakins, habitual colaborador de los directores, inmerso en otros proyectos. La fotografía de Delbonnel es ligeramente más agresiva, con potentes contrastes de luces, estratégicamente situadas con ironía casi siempre sobre Llewyn, el personaje con menos brillo de la historia, y las sombras. 

Inside Llewyn Davis contiene muchas de las constantes Coen. La carretera vuelve a convertirse en un espacio de desarrollo de la acción cuando Llewyn viaja a hacer una audición a Chicago, junto a un extravagante productor interpretado por otro coeniano habitual como John Goodman, para hacer una audición con un gran F. Murray Abraham. También el humor negro propio de los cineastas se deja caer en algunas líneas convenientemente escogidas y conversaciones absurdas. 

Durante todo el metraje se siente la calidez fría que aporta el folk, modo de vida y a la vez de destrucción del personaje, durante su Odisea dylaniana por el Nueva York de los sesenta. No es casualidad que el gato al que persigue Llewyn se llame precisamente Ulises. Como tampoco lo es que se aferre al animal como si fuese lo único que le une a esa existencia neoyorquina del Greenwich Village al que siempre retorna.


Por mucho que lo intente, su Ítaca cada vez está más lejos. El retrato del perdedor es absoluto en todos los sentidos. Desde las letras y las canciones que canta –fantástico trabajo de T Bone Burnett en una de las mejores bandas sonoras que recuerdo– hasta la propia existencia del personaje en un constante “no lugar”: el metro, la carretera o los sofás que le prestan algunos de sus amigos para pasar las noches. Lo más parecido a un hogar que frecuenta Davis es el Gaslight al que retorna cada noche y que llega incluso a detestar.

La repetición del tragicómico giro final no viene nada más que a recalcar la evidente derrota. Los Coen nos muestran, tras sugerirnos a Bob Dylan sobre el escenario del Gaslight, a un Llewyn Davis que vuelve siempre a los orígenes, que toca siempre en el mismo bar, con la misma gente, y que siempre acaba la noche borracho y fastidiándola, en un tratamiento de personajes rotos muy propio de Paul Auster o John Fante. El “hang me, oh, hang me” con el que se inicia y concluye la película es la perfecta ilustración del viaje, la salida y la meta, que tal vez sean siempre lo mismo. Un grito de impotencia de un personaje que ha aceptado la derrota como su forma de vida.


Ficha técnica
Dirección: Joel y Ethan Coen. Guion: Joel y Ethan Coen. Fotografía: Bruno Delbonnel. Música: Varios. Interpretación: Oscar Isaac, Carey Mulligan, Justin Timberlake, John Goodman, Garrett Hedlund, Adam Driver. País: Estados Unidos. Estreno: 1 de enero de 2014. Distribución: Universal. Duración: 105. Género: Drama.

0 comentarios :

Publicar un comentario